Toda partida de ajedrez supone un constante pacto entre la adquisición de pequeñas ventajas y los problemas que pueden derivar de realizar un movimiento u otro. La cuestión es que no seremos capaces de elegir un buen comienzo, una buena apertura, sin tener claro el concepto de centro, ya que todo desarrollo de piezas armonioso demanda la ocupación del centro.
Pequeño y gran centro
En el anterior diagrama podéis distinguir lo que se conoce por pequeño centro(casillas azules) y gran centro (casillas verdes).
Todo jugador de ajedrez debe tener claro que el centro es la parte del tablero desde la que se montan los ataques, ya sea sobre el propio eje central del tablero, o sobre uno de los flancos. Para que las pequeñas ventajas que vamos acumulando durante la partida tengan su fruto, el centro debe estar ocupado o, cuando menos, bajo perfecto control.
El centro en la historia del ajedrez
La importancia del dominio de las casillas centrales surgió muy pronto entre los teóricos del juego. Así nos encontramos con que ya en el siglo XIV Lucena introdujo en sus tratados el concepto de centro.
No obstante, fueron Philidor (con su gran vehemencia por los peones que para el eran “el alma del juego”) y La Bourdonnais quienes más hincapié hicieron en destacar la importancia del centro y sobre todo de tenerlo bajo control.
Conviene destacar que el análisis y teoría de las aperturas en el siglo XIX era todavía escaso y muy limitado, siendo el comienzo 1. e4 e5 el más conocido y popular. Lo cierto era que en la apertura solo se daba importancia al dominio y control del centro.
Sin ir más lejos, una de las aperturas más apreciadas en aquella época era el gambito de rey, una apertura cuyo plan principal es “echar” del centro al peón de e5 a través del sacrificio del peón en f4. De esta manera el peón “d” del blanco puede encaminarse hacia d4 sin la oposición del peón de e5 y las blancas acaban con dos peones en el centro.
Gambito de rey
En el diagrama anterior podéis ver una posición típica que se suele alcanzar durante un gambito de rey.
Gambitos y dominio del centro
Los gambitos son aperturas en las que se sacrifica voluntariamente un peón, a cambio generalmente de ganar espacio o tiempos. Los resultados se suelen ver después de unos pocos movimientos, aunque algunos gambitos requieren de un mayor número de jugadas para que finalmente se vea claramente el beneficio del sacrificio.
Por otro lado, ningún jugador está obligado a aceptar un gambito -es decir, a capturar el peón- cuando su contrario se lo plantea. El gran Steinitz era de la teoría que la mejor réplica a cualquier gambito era su aceptación. Por el contrario Lasker era de la opinión opuesta.
Los gambitos pueden ser a su vez refutados o contestados con un contragambito, donde la oferta de un peón por parte del contrario se convierte en un sacrificio de peón por parte su oponente. Uno de los contragambitos más conocidos es el contragambito Falkbeer cuya posición principal podéis ver en el siguiente diagrama.
contragambito Falkbeer
Ocupación del centro en las aperturas
La ocupación del centro constituye la base de cualquier apertura. Los principiantes, poco conocedores de la teoría de las aperturas de ajedrez, deben basarse en este principio a la hora de ejecutar sus primeras jugadas.
Posteriormente, la propia experiencia y un entendimiento más hondo de la estrategia en el inicio de la partida, permiten al jugador de ajedrez un poco más experimentado apreciar los numerosos matices que las aperturas encierran.
Hay muchos conceptos que se podrían mencionar sobre el dominio del centro durante las aperturas, con este artículo solo se pretende iniciar a los principiantes en dicho concepto y que estos tengan muy claro que si quieren salir bien parados de la apertura, deben enfocar sus jugadas a controlar y dominar el centro.
Grandes principios al jugar las aperturas
Por lo general, a la hora de realizar las primeras jugadas de una partida de ajedrez se deben tener en cuenta los siguientes principios generales:
- Desarrollar piezas y peones de manera que apunten al centro del tablero.
- No mover la dama con demasiada antelación ya que puede ser atacada por el contrario obligándonos a moverla de forma reiterada perdiendo valiosos tiempos.
- Desrrollar antes los caballos que los alfiles.
- No mover las piezas sin que dicho movimiento tenga algún objetivo, evitando mover reiteradamente la misma pieza.
- No cambiar un peón central por uno situado en el flanco.
- Enforcar los peones hacia el centro, evitando que se queden atrasados o doblados.
- Enrocarse en cuanto sea posible.
- Hacer que las torres entren en contacto (es decir, que se defiendan una a otra).
- Evitar en la medida de lo posible las clavadas.
Obviamente esta lista no es completa, ni tampoco todos los puntos indicados deben tomarse como dogma de fe ya que, dependiendo del desarrollo de la partida, habrá algunos de ellos que no podamos cumplir. De cualquier forma, si el jugador novato sigue estos principios básicos, evitará en un noventa por ciento caer en las celadas y trampas que le puedan tender jugadores más expertos durante el desarrollo de la apertura.
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